Recuerdas?

Caminábamos Mirella y yo por la Calle Padre Billini en la Zona Colonial y veníamos de estudiar en casa de Miguelín, un compañero de clases nuestro en el Colegio Profesor Keller. Ese día nos cansamos de esperarlo frente a su casa como habíamos quedado, pero Miguelín no quería llegar a su casa pues una vecina le había contado a su mamá que lo había visto nadando en el Malecón, frente al Monumento dedicado a los héroes que asistieron a los sobrevivientes del naufragio del Memphis. Eso daba una pela cantada ...mínimo, y con el agravante de que había dejado esperando a sus amiguitos. Como ya estaba entrada la noche, nos fuímos hacia la Calle Las Damas, donde vivía Mirella, casi frente al Polvorín. Mientras pasábamos por "el Callejón de los Curas" mi amiga atina a decir:

- Qué impresionante se ve el Callejón con esas luces! Tan lleno de calor con este friíto que hace!

Efectivamente, la noche estaba bien fresca pues no solo era un día de Enero, sino que además acababa de llover. El comentario de mi amiga me había parecido muy sugerente y aunque yo era ultramegarecontracojoyamente pariguayo no sé de donde saqué fuerzas para subir mi ceja derecha y decirle con mi recién estrenada cara de "freco::

- Conchole, sí...está como para darse un besito!

Ella frenó de repente...como si hubiera metido la palanca de emergencia en una subida y transitando a 20 km/hora.

- Coño, la cagué...!- Recuerdo haber pensado.

- OK..., pero sin lengua- dijo ella, dejándome con una sensación que se debatía entre "tierra trágame" y "gracias San Antonio por responder mis plegarias, ahorita te pongo boca arriba!!!". Era mi primer beso, tal vez el de ambos...y quería que todo fuera perfecto. Fuimos hasta donde llega el portón cerrado que accesa al patio sur de la Catedral Primada de América y bajo la sombra de una mata de trinitarias dejamos las mochilas en el suelo y nos buscamos tímidamente, con el corazón acelerado, la respiración entrecortada y el aliento con sabor a Chicle Dubble Bubble...juntamos nuestros labios y tras 5 segundos se aparta extrañada.

- Y eso? Por qué tienes los dientes apretados?
- Pero me dijiste que querías el beso sin lengua...
- Una dice muchas cosas cuando se besa por primera vez con un muchacho, jejeje! Sueltate y disfruta.

Separé mis dientes con la angustia de quien se sienta en el sillón del dentista sádico de la película Little Shop of Horrors, y me preparé a recibir un besazo húmedo, caliente y trémulo...con masaje de amígdalas incluído. Para el segundo beso, que se produjo apenas un minuto después, ya era todo un veterano. Desde entonces, siempre hacíamos ejercicios adicionales de matemáticas o preparábamos un cuestionario extra a fin de terminar tarde en casa de Miguelín y refugiarnos de nuevo bajo la trinitaria del callejón de los curas...pero si el loco de Miguelín se iba a nadar al malecón en la tarde y alguien lo chivateaba, entonces se daba más chula la cosa, pues descubrimos un zaguán de la Calle José Gabriel García donde nos escondíamos debajo de una escalera. Allí aprendí, además del sabor de la saliva... a qué sabía el sudor.