Prikitín, Prikitín...
La equitación, en cualquiera de sus formas, es una de las actividades que más he admirado a través de mi vida. Hombres y caballos han escrito gran parte de la historia tal como la conocemos...juntos se han expandido y han batallado. Ustedes se imaginan a Napoleón sin su famoso cuadro ecuestre sobre Marengo, o Atila sin la fama de que por donde pisara su caballo jamás crecía la hierba? Pueden imaginar la conquista de América sin los briosos corceles que inspiraron al poeta peruano José Santos Chocano a escribir "Los Caballos de los Conquistadores" del cual extraigo el siguiente fragmento:
Pero además, fueron los caballos un elemento decisivo en la liberación de América...recordemos a Palomo, el caballo del Generalísimo Simón Bolívar, Bayo-Blanco del General José de San Martín o Rosillo del General Manuel Belgrano.
Yo también tuve la dicha de tener un caballo, llamado Rino, blanco y precioso, con el que galopé muchísimo los sábados que visitaba una finca que teníamos en Pantoja. La sensación de sentir la brisa en la cara es indescriptible. Por eso me identifiqué tanto con este jovencito que venía hacia mí por un camino entre los cañaverales que llevan desde La Romana hasta Higuey. La sensación de libertad que produce incluso ver su galope bajo los cielos infinitos, no la podría describir mejor ni Mr. Ed.
Con una sonrisa melancólica, me transporto a un hermoso ritual de mi familia, de montar a los bebés en el muslo mientras uno sostiene sus manitos, como si ellos sostuvieran las riendas y se lanzaran al galope mientras uno va diciendo "Prikitín, Prikitín" cuando van lento y luego el tarareo en allegro de la música de Guillermo Tell de Rossini, que muchos asociarán con la música del "Llanero Solitario"...Aaaah!!! Recordar es vivir de nuevo!!!
Los caballos andaluces, cuyos nervios
tienen chispas de la raza voladora de los árabes,
estamparon sus gloriosas herraduras
en los secos pedregales,
en los húmedos pantanos,
en los ríos resonantes,
en las nieves silenciosas,
en las pampas, en las sierras, en los bosques y en los valles.
¡Los caballos eran fuertes!
¡Los caballos eran ágiles!
Pero además, fueron los caballos un elemento decisivo en la liberación de América...recordemos a Palomo, el caballo del Generalísimo Simón Bolívar, Bayo-Blanco del General José de San Martín o Rosillo del General Manuel Belgrano.
Yo también tuve la dicha de tener un caballo, llamado Rino, blanco y precioso, con el que galopé muchísimo los sábados que visitaba una finca que teníamos en Pantoja. La sensación de sentir la brisa en la cara es indescriptible. Por eso me identifiqué tanto con este jovencito que venía hacia mí por un camino entre los cañaverales que llevan desde La Romana hasta Higuey. La sensación de libertad que produce incluso ver su galope bajo los cielos infinitos, no la podría describir mejor ni Mr. Ed.
Con una sonrisa melancólica, me transporto a un hermoso ritual de mi familia, de montar a los bebés en el muslo mientras uno sostiene sus manitos, como si ellos sostuvieran las riendas y se lanzaran al galope mientras uno va diciendo "Prikitín, Prikitín" cuando van lento y luego el tarareo en allegro de la música de Guillermo Tell de Rossini, que muchos asociarán con la música del "Llanero Solitario"...Aaaah!!! Recordar es vivir de nuevo!!!
Comentarios
conbinada con un texto sin desperdicios
como lo haces comandante 0
como lo haces?
Un Tar Yimmi Leo