Casas vecinas

Dedico este cuento a un gran artista y mejor amigo, Kutty Reyes, cuya obra "Casas vecinas me inspiró a escribir este cuento, espero que lo disfruten.

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Amanece despacito y el aire está cargado de olor a tierra mojada y yerbabuena. Hace apenas minutos cayó una jarizna que paró de pronto, originando un coro de protestas de calcalíes... a lo lejos, por el lado del arroyo un carrao gritaba con las primeras gotas algo parecido a "Vuá asé un BOJIIIIIO!!!" para luego al darse cuenta que era solo una llovizna pasajera cantar como si graznara..."No vuá asé NA!!!". Detrás de una ventanita roja se cuela un café y se percibe la silueta de un hombre que besa a su mujer. Recostado del marco de la puerta que lleva a la cocina, con una mano en la cintura y otra en la cadera, busca renovar el pleito de la noche anterior.

"Pa qué salí juyendo si me quedan uno minutico pa comeime eta boca que sabe a churumbele?"- piensa Manuel, y a seguidas le dice a su amada:

- Toy antojao...
- Vea, y de qué critiano? Quiere un locrio p'aseite uno que te deje atimbanao?
- No, toy antojao de tí.
- Otra ve? Y e’ que en un año junto tú toavía no te a jaitao?
- Flaca, pero si entre má te conoco má embullao me quedo, dame un beso.
- Que no, que te laigue ya.
- Ejun beso, no sea pesá!
- Pero na má hoy ya tú me ha dao como 20.
- Unju, y ata lo cuanto e'?

Todos los días igual, él con ganas enormes se marcha después de tomarse hora y cuarto para su despedida. Atrapado entre el asfixie y el deber, Manuel finalmente le hace caso al último y apura un café con leche acompañao de casabe con mantequilla, sabiendo que va tarde al conuco, pero no se arrepiente, aún tiene el ardor de Mariana en sus labios y la suavidad que palpó en sus caderas, debajo de su falda. Ella aún tiene su aliento a clavo dulce de anoche, su olor a Jabón de Cuaba, su mirada de "Te adoro" y una mascota cosida, una especie de diario donde Manuel cada día al llegar le escribe con letra nerviosa pero firme cuanto la extrañó en el día. Siempre toman un momento para leer las memorias de la mascota. A veces son cosas muy sencillas, y otras mucho más elaboradas:

- Me topé con una mata de Siña Juanica y me acoidé de tu vetido etampao.

o bien se inspiraba y escribía...

- Coño, na má me fui dei ranchito y ya me isite faita. Que e' lo que tú tiene que me vueive loco? Cuando diba llegando pai conuco me cayó un agua arriba y yo atesando a la mula esa y ella na de ná... pero pa no aseite ei cuento laigo la betia me tumbó en una bajaita y viera jurao que me te aparesite y me echate agua con un jiguero, ahhh pero era la lluvia que ya taba arreciando... y ai que ve vaina rara mujei, yo jata en los etrallone me acueido de tí.

Manuel prefería escribir las cosas en vez de solo contárselas, ya que una vez oyó un cantante diciendo que las palabras eran del aire e iban al aire...

-Diache pero e' veida!!! Eta vaina que me se ocurren con Mariana hay que ecribila, que el aire no se robe jeta seperiencias poique vamo ja quedai enemigo y yo con el aire no me pueo poné a puisiai poique con eso e que uno repira.

Ella piensa que lo ama, dice que lo adora, y cree que es lo mejor que le ha pasado en la vida pero está harta, su intensidad la abruma. El ni se diga...está enamorado de su gracia, su sentido del humor, su boca carnosa, sus enormes ojos castaños, su pelo de azabache que le cae en cascadas sobre los hombros, su cintura de avispa, sus caderas infinitas y sus piernas largas de pantorrillas mandadas a hacer a mano. Mariana era una mujer que donde llegaba atraía las miradas de todos, y Manuel estaba consciente de su hermosura, al punto que su carácter de macho caribeño quedaba hecho trizas y desaparecía totalmente cuando estaba a su lado.

Un día regresa y encuentra Manuel a su mujer echándole maíz a las gallinas. El la saluda y sigue hacia donde guarda el cuaderno donde le contará cómo descubrió fascinado que una orquídea se parece a su sexo, pero Mariana se le sienta al frente y le dice:

- Manuei, me voy pa casa e mamá mañana.
- Veidá? Y qué le pasa a Tatica? Ta enfeima?
- No Manuei, me voy poique tengo miedo...poique tenía vario día como jaitandome de lo mimo, de tí...pero anoche fue que me asuté, no sentí ná...

A Manuel le tomó un tiempo digerir las palabras que salían de la boca de su mujer en cámara lenta, como si estuviera soñando, o mejor dicho..como si tuviera una pesadilla. Cuanta información junta! De repente muchos momentos hermosos para él comenzaron a carecer de sentido, se tragó la respuesta y arrancando las notas de los últimos dos meses del diario de su cuaderno cosido, más o menos adivinando desde cuando el amor de ambos era en realidad solo suyo y de su entusiasmo. Prendió una jumeadora y una por una comenzó a quemar las hojas con los pensamientos y vivencias que habían sido inspirados por la intensidad de una noche anterior, que solo él entendía últimamente.

Con cada hoja quemada, Manuel llora y con cada lágrima, un millón de alaridos se esparcen por el universo.